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lunes, 18 de mayo de 2020

El coronavirus como punto de inflexión hacia una nueva radicalización de la sociedad

No es para nada descabellado pensar que el coronavirus ha marcado un antes y un después en la historia de la humanidad, es decir, un gran punto de inflexión. ¿A qué me refiero con esto? Pues muy sencillo. El coronavirus ha puesto sin lugar a duda en jaque, no solo al sistema social, sino sobre todo al sistema económico de prácticamente todos los países del mundo, y esto se debe a que, aunque muchos lo nieguen, vivimos en un mundo totalmente globalizado. Este proceso de globalización se ha visto frenado bruscamente por la crisis que ha traído el virus. ¿ Y cuál es la consecuencia más directa de una crisis? El empoderamiento de los discursos nacionalistas y conservadores que se refugian en un proteccionismo exacerbado negando el cambio hacia algo nuevo. Existe un movimiento ideológico negacionista que coge más fuerza que nunca con la crisis y que, podríamos traducir, en una especie de nacionalpopulismo moderno que parece ser que se abre paso poco a poco tras la crisis. No es de extrañar que poco a poco escuchemos discursos cada vez más demagógicos y sin fundamentos que otra cosa. El negar por negar. Y esto, claramente se ve reflejado en la sociedad, que más que pensante, parece un rebaño de ovejas. Lo podemos observar con líderes tales como Trump, Bolsonaro, Boris Jonhson... que han visto aumentada su popularidad a base de barbaridades. El ejemplo más claro es la negación de que el virus no es más que un simple resfriado.

En España, es Vox el partido que ha asumido este papel de ideología negacionista, sumado claro está, a una serie de connotaciones históricas que marcan a nuestro país. Es increíble cómo, a medida que van pasando los días de confinamientos, las barbaridades que se dicen, cada vez se ven más respaldadas por una parte íntegra de la sociedad. El ejemplo más claro ha pasado hace tan solo unos días con una supuesta manifestación en el barrio de Salamanca (Madrid) en contra del gobierno. Me llamó mucho la atención lo que se reivindicaba y gritaba: libertad y gobierno socialcomunista. Esto, que hace tan solo unos meses hubiese sido descabellado decirlo, actualmente está bien visto y asentado en los discurso de gran parte de la sociedad que verdaderamente creen firmemente que el gobierno de España está estableciendo una dictadura. Por supuesto, además de que este tipo de manifestaciones carecen de una ideología política más allá del interés económico y miedo al cambio, se saltan todo tipo de medidas establecidas por el gobierno y se refugian en el derecho a manifestarse, ese derecho que hasta hace tan sólo unos meses criticaban sin parar. A mi parecer, denotan una falta total de conciencia democrática y cívica. Y es aquí, en situaciones tan complicadas de manejar como estas, donde vemos como poco a poco se impone esa radicalización política que realmente carece de una ideología firme más allá de un negacionismo porque sí. Cada vez que abro una red social veo reflejado esto que digo. Aquí, en España, parece que todo el que apoye al gobierno en este momento de crisis sanitaria y estado de alarma, 
es un socialcomunista y, supuestamente, no hay más que hablar.

Está claro que nos enfrentamos a algo nuevo, a una nueva etapa en la historia de la humanidad y que, como decía la canción, el futuro ya está aquí. Puede que parezca turbio, pero esta especie de nacionalpopulismo, si algo ha hecho bien, ha sido asentar las bases para su futuro en esa nueva sociedad. Pese a todo, como la historia nos ha enseñado, antes de un gran paso hacia la estabilidad, vienen tiempos convulsos y, con ello, personas que se oponen al inevitable proceso del ser humano, la adaptación al cambio.

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